By Alicia Bandera

@AliciaBandera

viernes, 17 de mayo de 2013

LA SOCIEDAD A LA QUE PERTENECEMOS



        Nadie discute el hecho de que en los tiempos que corren, nuestra sociedad se encuentra inmersa en un crisol de culturas diferentes. Todas ellas con sus rasgos característicos, sus costumbres, lenguas, valores… Y aunque España se ha caracterizado desde antaño por sus mezclas culturales, además de contener etnias minoritarias pero muy representativas, como la gitana, ha sido a raíz de los movimientos migratorios cuando se han empezado a utilizar más asiduamente los términos multiculturalidad e interculturalidad2.
        Lo que nadie conoce es la solución a esta situación, en la que debemos dar cabida, desde nuestra posición privilegiada, a aquellos ciudadanos que ahora también forman parte de nuestra sociedad, pero a los que aún no tenemos en cuenta en ámbitos como la educación. Y no sólo se trata de que “aceptemos” la presencia de éstos ciudadanos del mundo, sino de que seamos capaces de ofrecer los mismos derechos de los que disfrutamos los considerados autóctonos, y de que ellos sean conscientes de sus derechos y deberes como ciudadanos libres de nuestro país.
        A esta cuestión se ha intentado dar respuesta desde diferentes posturas; la más actual, la enseñanza individualizada, programada, o educación personalizada, ha dado paso, en última instancia, para intentar dar respuesta a la problemática que ha supuesto la atención a la diversidad de nuestro país, a las llamadas adaptaciones curriculares significativas y no significativas (ACI-S). Pero, muy al contrario de lo que evidencia en su texto Sánchez Fernández cuando dice que “se intenta incorporar al currículo escolar las aportaciones más significativas y de mayor importancia educativa de los diferentes grupos culturales”, considero que esto aún no está pasando porque nunca lo he visto ni oído en la práctica que se lleva a cabo hoy día, por lo que, como muchas otras buenas ideas sobre educación, existe en la teoría, que ya es algo.
        Personalmente, y desde mi pobre experiencia, considero que estas adaptaciones, tan necesarias, no se aplican correctamente en todos los casos, ya que, sobre todo en secundaria, muchos docentes siguen oponiéndose a realizar un trabajo tan costoso como el de la atención personalizada a ciertos alumnos dentro de una clase que está orientada hacia el Bachillerato. Y aunque esto lo contempla la ley, que obliga, la realidad, por desgracia para todos, es otra bien distinta.
        La preocupación pedagógica por la diversidad social, ha dado lugar a la búsqueda de la equidad1, apareciendo la educación Compensatoria o las“respuestas a los grupos de riesgo”, para conseguirla. Como se recoge en el artículo de Pérez Juste: “En la medida en que muchos alumnos llegan a la Escuela en condiciones de desventaja, ligadas fundamentalmente a las circunstancias familiares y ambientales, y traducidas en limitaciones en el lenguaje, bajas expectativas, ambientes poco estructurados, insuficiente valoración del saber, carencia de pautas y normas socialmente reconocidas…, se consideró conveniente afrontar estas limitaciones mediante un suplemento educativo, temprano y de carácter compensatorio”.
        Por tanto, los programas específicos, personificados, nunca mejor dicho, (como los sustentados por la Ley 9/1999, de 18 de noviembre, en la comunidad andaluza, de Solidaridad en la educación) son los que más se acercan a ayudar en esa compensación necesaria para alcanzar una equidad con la que se inicia el camino hacia la verdadera igualdad, la igualdad desigual.

Hacia una igualdad desigual
        ¿A qué llamo “igualdad desigual”? Bajo mi punto de vista, la auténtica igualdad empieza por no ofrecer lo mismo a todos, sino que se cree firmemente en que cada persona es única e irrepetible, y que, por consiguiente, no tiene las mismas necesidades, inquietudes, aspiraciones, oportunidades… que cualquier otra.
        Para conseguir esta igualdad de la que hablo, no en un centro donde, por suerte, haya un profesorado concienciado, sino ampliando las miras hacia metas políticas más amplias, para que esta igualdad llegue a todos los rincones, especialmente a los más difíciles, donde se encuentran las personas más reacias a los cambios, la formación del profesorado y el compromiso activo en la superación de las desventajas; entre otros aspectos, es un primer paso imprescindible.
        Esa igualdad desigual es la que da lugar a aceptar que la normalidad es la diferencia, y por tanto, así damos un paso más hacia el NO etiquetado de las personas; tan útil para ahorrar tiempo y trabajo y tan perjudicial para la cohesión social.
        El desafío es, por tanto, conseguir poner en funcionamiento el engranaje completo de la máquina social hacia una atención multicultural normalizada. No es suficiente con que algunos educadores concienciados, sin suficiente respaldo académico-teórico, investigador, experiencial, etc., lo intenten dentro de sus posibilidades solitarias. Esto supone poner tiritas a una herida grave que puede matarnos como sociedad. Porque, hasta hace relativamente poco tiempo, nuestra sociedad mantenía una población homogénea culturalmente, y ésta, mucho más fácil de tratar, recibió teorizaciones y paradigmas que se adaptaban. Ahora, hay que exigir lo mismo para los tiempos que vivimos, y aunque no sea fácil, no es escusa.


Derecho a ser, derecho a pertenecer
        Otros aspectos a conseguir para alcanzar el avance de la sociedad y de la educación, que a su vez es resultado de la consecución de aquellas, son el sentimiento de pertenencia y la creación de la Identidad de los ciudadanos como partes imprescindibles que éstos necesitan para sentirse parte del grupo y con pleno derecho.
        El respeto y la educación para la ciudadanía también hay que tenerlos presentes si queremos conseguir una educación general orientada para la paz. Presentándose varios problemas, a este respeto, a los que hace referencia Pérez Juste:
A. El problema de quien acoge y considera que es suficiente con aceptar la presencia de otros grupos.
B. El problema de los que llegan y no quieren renunciar a nada referente a su cultura (se auto-segregan), pero sí pretenden tener derecho a los servicios de la sociedad de acogida.
        Vemos que la solución a estos problemas no resulta nada fácil, y que requiere de mucho trabajo y disposición por parte de todos. Los Derechos Humanos deberían marcar ese punto de inflexión entre el respecto de ambas culturas, basados en la ley. Así se podría llegar la “fraternidad universal”, único medio de inicio de la paz en el mundo, “sólo así conseguiremos que el multiculturalismo se transforme en interculturalismo”.

Ciudadanía como respuesta educativa y respeto a la dignidad de las personas
        Los educadores debemos formar a las personas para que ejerzan sus derechos y creen sentido de responsabilidad para cumplir sus obligaciones sociales. Se nos hace insuficiente e inservibles las respuestas pedagógicas a la diversidad cultural de años atrás, la asimilación e integración (la que vienen dadas a la escuela por las autoridades políticas a través de las leyes). Pero se puede hacer mucho más desde los centros y aulas a favor de la construcción del sentimiento de pertenencia y el respeto al otro. ¿Cómo?:
  • Fomentando la creación de la identidad en colaboración entre la escuela y la familia para que posteriormente el niño acepte libremente entre las posibilidades que ofrecen las diferentes culturas.
  • Haciendo conocer, desde la escuela, comprender, respetar y apreciar otras culturas.
  • Fomentando el espíritu crítico.
  • Estimulando la valoración positiva de la diversidad como enriquecimiento propio.


        Para todo esto, la formación del profesorado es imprescindible; hasta para sacar enseñanzas de los momentos negativos, los cuales no deben derivar en violencia. Pero no se les dan los medios para alcanzar estos objetivos, sobre todo, formación y reconocimiento social.
        La escuela puede estar luchando sola, pero “la educación que se dé en aulas y centros será tanto más eficaz cuanto más coherencia y apoyo encuentre en la Familia, en el trabajo, en las entidades sociales, en los medios de comunicación, en los creadores de opinión1. En resumen, la lucha  paz es cuestión de todos.

BIBLIOGRAFÍA
1 Pérez Juste, D., R. “Inmigración y Educación desde una perspectiva pedagógica”.
2 Sánchez Fernández, S. “Interculturalidad, inmigración y educación”.
http://www.educacion.navarra.es/portal/Guia+del+Profesorado/Multiculturalidad/Recursos/Educacion+para+la+convivencia+intercultural



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